Hace bastante tiempo que lo estabas haciendo, llamabas a mi celular y cortabas cuando iba a contestar. Lo hacías a las horas más increíbles, preferentemente de madrugada, cuando lo único que quería era dormir. Hasta que me cansé y decidí llamar al que me hacía esas pitanzas. Y resultaste ser tú, la misma que aún recuerdo, la que decidió abandonarme, y por la que sufrí una eternidad. La misma que recordé hace un tiempo y hasta un post te escribí. La misma por la que dejé todo, y amé hasta los huesos.
Anoche, volviste a llamar, pero esta vez desde un número que no conocía. Yo contesté pensando que era algo importante. Y te decidiste a hablar...
¡Pero hiciste todo mal!
Me saludaste, me preguntaste si me había olvidado de tí (a esas alturas ya había reconocido tu voz), yo, con intención, pregunté con quién hablaba... ¡¡¡ Y te hiciste pasar por otra persona!!! ¡¡¡Cuando ya te había reconocido!!!. Recuerdo que te dije que por qué no me decías la verdad, que sabía quién eras y para qué seguir con la farsa. Me lo negaste con nerviosismo, el suficiente para darme cuenta que te había descubierto. Me inventaste una excusa que aún no logro entender, y me cortaste, no sin antes decirme que llamarías de nuevo.
No sé si volverás a llamarme después de eso. Y a decir verdad, preferiría que no lo hicieras. ¿Por qué ahora, después de 4 años, quieres saber de mí? ¿Para enterarte de qué? ¿Por qué ahora, si cuando tuviste la oportunidad de tenerme PARA SIEMPRE a tu lado, decidiste alejarme de tí?
Ahora, las cosas son distintas. Me he dado cuenta de todo lo que perdí por jugarme el pellejo por personas como tú. Sinceramente, aún pago el precio de ello. Ahora es mi tiempo de crecer, de jugármela por mí, de estar bien yo, de reencantarme con lo que hago, encontrar mi paz interior, y lo más importante: dejar mi pasado atrás, enterrarlo para siempre y comenzar de nuevo. Y mi pasado eres tú.
El tren ya partió, y yo viajo en primera clase. Esta vez, tú no alcanzaste a subir.